Para ello se generó el conocimiento necesario en el grupo de abuelas que les permitiera sentirse respaldadas en un trabajo sólido y sotenido.
El grupo de abuelas se sintió profundamente convocado y los encuentros se convirtieron en una construcción colectiva de herramientas y estrategias para el momento de leer.
«Contame un cuento abuela». Y aunque este oficio ancestral parece haberse perdido en una sociedad tecnificada y multivisual, todavía hay gente que goza de la palabra hablada y hace del encuentro en la narración, un camino insospechado de comunicación afectiva. En las manos de abuelas y abuelos el libro se convierte en un portador valiosísimo y en un anhelo que crece en cada niña o niño: aprender a leer para poder transitar las páginas por sus propios medios.